En 119 días los mexicanos no sólo elegiremos al Presidente de la República, también votaremos por quienes serán los diputados federales y senadores, que se encargarán de defender los intereses de pueblo mexicano y los estados de la federación. Estos destacados servidores públicos, se embolsarán la cantidad mensual de $150 mil 139 y $243 mil 166.67 pesos respectivamente.
La guerra por hacerse de estos puestos ha empezado y a partir del próximo 29 de marzo iniciará “la batalla campal” que tendrá una duración de 90 días, el llamado tiempo de campaña, o para mí “el tiempo de la “verborrea”, mejor definido como el tiempo de la palabrería excesiva.
El periodo de la “verborrea” es aquél donde los candidatos a diputados y senadores se vuelven humanos: caminan por la calles, platican con los ciudadanos, se involucran en sus problemas, ayudan al por mayor, prometen soluciones, cambian los lujosos restaurantes por las pequeñas fondas y tienditas de la colonia, se dicen venidos del pueblo y de la teoría del esfuerzo; han sentido el sufrir de no alcanzar para la comida y sabedores de lo que es elegir entre darle salud o educación a sus hijos; a todo mundo entiende y comprenden; los problemas de todos son lo suyos, se rasgan las vestidores, se atierran los zapatos y se posesionan de las principales avenidas de la ciudad pegando calcomanías y demostrándole a sus equipos de campaña que están con ellos en el esfuerzo.
El “toca toca” se vuelve una práctica rutinaria, donde los candidatos tocan las puertas de su distrito demostrando su interés de conocer a “sus vencimos”.
Después de los 90 días, vienen tres días de calma donde los partidos políticos y candidatos, afinan sus estrategias rumbo al día “D”, el día de las elecciones. Ya llegado, todos los partidos arman un ejército electoral, personas entrenadas que sólo tienen un fin, llevar a votar a la mayor cantidad de ciudadanos por su candidato. Para este ejército “el fin justifica los medios” sin importar que se requiera: camiones, carros o camionetas, despensas, dinero o hasta pozole, no debe existir ningún impedimento por “acarrear” a la mayor cantidad de gente hacia las urnas electorales. No puedo dejar de lado, las llamadas telefónicas, mensajes por celular, correos electrónicas y hasta los mensajes por Twitter y Facebook, invitándonos a ir a votar por su candidato.
Finalmente el proceso electoral ha terminado y si algún asunto legal no lo impide, los mexicanos hemos elegido a nuestros distinguidos representantes populares. Y el otro lado de la historia se acerca.
Los candidatos perdedores se olvidan de la ciudadanía y los ganadores también. Dejan de lado los problemas de los demás, del sentir de las enfermedades, del toca toca, de la vecindad y de toda esa verborrea que nos vendieron durante el tiempo de campaña. A partir del próximo primero de diciembre, ellos se quitan la playera de candidato para ponerse la de diputado o senador, privilegiando a partir de hoy sus intereses personales y de su partido sobre los de la población
Después de tanta verborrea de mi parte, aprovechen los 90 días donde los posibles diputados y senadores se vuelven personas comunes, saludan a todos y los conocen. Vivan la experiencia de conocer como un ser humano se convierte en una figura venerable e intocable; siempre protegidos por guaruras vigorosamente preparados y un secretario particular que buscará a todas luces que un simple mortal no moleste con sus problemas sin importancia a su jefe.
La guerra política está a días de su esencia máxima. Todos los candidatos y partidos políticos como si se tratara de un cortejo, les bajarán a la ciudadanía, la luna el sol y las estrellas. A los empresarios les prometerán menos impuestos, apoyos empresariales y facilidad para crear nuevas empresas. Al ciudadano común también menos impuestos, creación de empleos, salud y educación para todos. Para todos tienen una promesa a modo que cumplir, siempre y cuando el ciudadano le entregue su “prueba de amor”, su voto.
“Prometer no empobrece y en la política, no compromete”.
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